La ética y nuestra relación con el estado según Jonathan Henry Sacks

Los filósofos han debatido el papel del Estado en la sociedad durante siglos. Una de las escuelas de pensamiento, encabezada por pensadores como John Locke, argumentó que las personas nacían con ciertos derechos. La libertad individual debe ser protegida por el Estado. Otro grupo, encabezado por Jean-Jacques Rousseau, argumentó que debido a que el estado confería los derechos, el estado estaba “obligado a velar por el bien común». El argumento de Rousseau ha prevalecido en las últimas décadas. 

La gente ahora espera que el gobierno proporcione una amplia gama de «bienes y servicios» que antes proporcionaban los individuos, las familias y las comunidades, desde la seguridad financiera hasta la satisfacción personal. Pero para muchas de estas, el estado no siempre puede proporcionarlas y en algunos sería preferible que no se involucrarse, como con la libertad de cada persona de definir qué es lo que les llena. 

Y estas expectativas de que el estado sea la respuesta a muchos de nuestros problemas solo han servido para reducir la confianza en estas organizaciones, y nuestro deseo de formar parte de ellas. Según una encuesta de 2018, sólo el 18% de los británicos confían en sus representantes políticos, lo que a su vez ha permitido que empiecen a surgir movimientos más extremistas, sean de derechas o de izquierdas, liderados por pseudo-déspotas y demagogos que afirman tener una solución simple para problemas que cuyas ramificaciones posiblemente aún no entendemos como especie.

El surgimiento de las llamadas «políticas de identidad” está exacerbando estas tensiones. Las políticas de identidad, hace referencia a aquellos partidos que defienden ideologías que alientan a las personas a vincular fuertemente sus valores personales con categorías demográficas específicas como raza, género o sexo. Estas ideologías enfatizan las diferencias personales, más que las similitudes, enfatizan el «yo» sobre el «nosotros» y crean conflicto, donde debería haber cooperación

El autor rabino, Jonathan Henry Sacks, debido a su experiencia en el sector, defiende que la religión podría ayudar a luchar contra estas tendencias gracias a que enseñan la importancia de defender los códigos morales y las tradiciones compartidas. Se anima a los fieles a buscar refugio unos en otros en lugar de en el gobierno o en la última moda populista. Muchos de los problemas actuales, según Sacks, tienen sus raíces en la década de 1960, cuando los movimientos culturales rechazaron los valores tradicionales en favor de la expresión personal, y el individualismo. 


Aunque en este sentido, no creo que la respuesta tenga porque ser la religión. Asumir que la religión es una solución porque contiene ciertos códigos de conducta y tradiciones, solo significa que podemos intentar implementar mejores códigos de conducta y formas de vida, sin la necesidad de justificarlo con castigos divinos. La religión es en muchos casos otro elemento que puede crear diferencias entre individuos donde no las hay, tan solo hay que ver el caos que crearon las cismas en la iglesia católica durante sus inicios en el imperio romano y más tarde con las reformas de Calvino y Lutero.

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