Sentirnos obligados a hacer algo nos priva de su alegría. Lamentablemente, muchos de nosotros pasamos por la vida como si nuestras experiencias nos fueran impuestas. Ya sea una entrevista de trabajo fallida, un rechazo de un ser querido o incluso un autobús perdido, nos vemos como las víctimas infelices de las circunstancias de la vida.
Un ejemplo que el autor menciona para ilustrarlo es el de William James. Nació en una familia adinerada en los Estados Unidos del siglo XIX. Se paso sus primeros años sufriendo de mala salud, experimentaría episodios de vómitos y espasmos en la espalda. Su primer sueño era convertirse en pintor, pero luchó por dejar su huella, y las críticas de su padre lo hicieron detenerse. En cambio, decidió seguir una carrera en medicina y luego abandonó la escuela de medicina.
Infeliz, sin apoyo familiar ni trabajo, James consideró el suicidio. Pero luego, leyó sobre el trabajo del filósofo Charles Sanders Peirce. El argumento central de Peirce era que todos deberían asumir la plena responsabilidad de su propia vida.
James se dio cuenta de que su desdicha provenía de su creencia de que era víctima de influencias externas. Ya fuera por su enfermedad o por las críticas de su padre, culpaba de su situación a cosas que no podía controlar, y esto lo hacía sentirse impotente. Se dio cuenta de que era responsable de su vida y sus acciones. Después de años de arduo trabajo, James se convirtió en un pionero en psicología.
Entonces, si nos sentimos víctimas, debemos enfocarnos en comprender nuestros errores, para poder evitarlos en el futuro.
Imagínese esto: somos altos directivos de una gran e ilustre empresa. Nos gusta nuestro trabajo y la vida que estamos viviendo. Ahora, imagina que tenemos la oportunidad de llegar directo a la cima. Sin embargo, la oportunidad no está exenta de riesgos sustanciales. Si fallamos, lo perderemos todo. ¿Nos arriesgaríamos? La gran mayoría de la gente no se arriesgaría. Esto es el resultado de lo que el autor llama la Ley de Evitación de Manson, la tendencia a huir de cualquier cosa que amenace nuestra identidad.
Si bien puede parecer prudente evitar riesgos importantes, no nos damos cuenta de que muchas veces nuestra evaluación del riesgo es incorrecta. El miedo puede multiplicar los problemas esperados y hacernos demasiado temerosos para dar el paso. Por ejemplo, muchos artistas y escritores aficionados se niegan a publicitar o vender su trabajo. están aterrorizados de que, si muestran su arte o su escritura, a nadie le gustará. Intentar y fallar destruiría su identidad.
Hay una manera de moderar los aspectos negativos de la ley de evitación de Manson: practicar el budismo. El budismo enseña que la identidad es una ilusión. Cualesquiera que sean las etiquetas que nos demos a nosotros mismos, son meras construcciones mentales.
Podemos aprender a dejar ir nuestra identidad. Si nos liberamos de la autoimagen que nos restringe los muslos, daremos prioridad a lo que nos haga felices.

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