Todos podemos mejorar, si tenemos las herramientas adecuadas

Tener espacio para pensar va de la mano con permanecer abierto al aprendizaje. En general, todo el mundo tiene una de dos mentalidades: una mentalidad fija, en la que creemos que el aprendizaje se detiene en algún momento porque el cerebro solo puede almacenar una cierta cantidad de información, o una mentalidad de crecimiento, en la que creemos que podemos aprender más. 

El Dr. Michael Merzenich, un investigador, ha demostrado que todos nuestros cerebros son capaces de neuroplasticidad, lo que significa que nuestro cerebro cambia según la información que le proporcionamos. Un bebé saludable puede aprender, crecer y cambiar para superar sus miedos, y nosotros también. 

Tomemos, por ejemplo, el miedo al fracaso. Según un estudio de 2015, un tercio de las personas tiene miedo al fracaso, siendo los millennials los más vulnerables. Pero, a pesar de lo generalizado que está el miedo al fracaso, existe una solución simple: incorporar el fracaso a una mentalidad de crecimiento y aceptarlo como una oportunidad de aprendizaje. 

Rachel, una de las clientas del autor, trabajaba para una empresa multinacional de snacks. Rachel tenía un miedo tan profundo al fracaso que era propensa a pensamientos catastróficos, creyendo que si cometía el más mínimo error, todo se derrumbaría y se quedaría en la calle. El autor trabajó con Rachel durante varias semanas, dándole tiempo para reflexionar sobre el origen de sus miedos para que pudiera empezar a pensar de forma diferente. 

Descubrieron que su miedo al fracaso estaba influenciado por su madre, que había estado desempleada y sin hogar durante algún tiempo. Como resultado, Rachel temía subconscientemente que cualquier apuesta, o incluso pedir ayuda. Rachel aprendió a pensar de forma diferente con el tiempo y se dio cuenta de que pedir ayuda no es una señal de fracaso. Al igual que con la reflexión, debemos hacer un esfuerzo para crear un ambiente de aprendizaje. 

¿Tenemos el control de nuestras emociones?

El segundo tipo de espacio necesario para el éxito es el espacio para conectar. Construir relaciones será imposible hasta que establezcamos una conexión de fiar. Con respecto a nosotros mismos, esto requiere verificar lo que pasa tanto en nuestro cuerpo como en nuestra mente. Esto implica prestar atención a nuestras emociones. 

Todos estamos sujetos a emociones y patrones de pensamiento, que pueden controlar nuestras acciones y toma de decisiones si no tenemos cuidado. El objetivo de explorar nuestras emociones es entenderlas y asegurarnos de que nosotros, y no nuestras emociones, tenemos el control. Hay varios enfoques para esto. 

El primer paso es realizar un registro de sentimientos y números. A lo largo del día nos deberíamos preguntar varias veces lo siguiente, “¿Cómo me siento?” Cuando reconozcamos un sentimiento, deberíamos intentar clasificar su intensidad en una escala del uno al diez. Después podemos pasar a las sensaciones físicas, como la tensión en los hombros o el pecho, y asignarles un número también. 

Si nos sentimos abrumados por varias emociones, podemos imaginarnos a nosotros mismos como un observador que está por encima de todo, en lugar de estar atrapado en el medio. Cuando pensamos que esto le esta pasando a otra persona, es mucho más facil dejar de lado nuestras emociones y pensar de forma racional. 

La capacidad de controlar las propias emociones, mantener relaciones y ser empático refleja la fuerza de la inteligencia emocional de uno. Tener el espacio para reflexionar y entendernos nos ayudará a desarrollar nuestra inteligencia emocional y nos posicionará para reconocer lo que el autor llama nuestras creencias patógenas centrales. Si nuestra carrera está estancada, podría deberse a una de estas. En el caso de Rachel era que si cometía un error o pedía ayuda, su mundo se derrumbaría. Otros pensamientos limitantes han incluido “No soy digno de recibir amor”, “No soy digno de dar una opinión” y “Nadie es digno de confianza, no tiene sentido ser amable”. 

Muchos de estos son el resultado de experiencias previas,  de la infancia. Se necesita tiempo y esfuerzo para llegar al fondo de estos, y definitivamente es necesario tener espacio para pensar.

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